Como periodista, salvando las distancias respecto de la cuestión de Wikilikes, en alguna ocasión –incluso ante los tribunales de Justicia- he tenido que salvaguardar a determinadas fuentes de información. Los años me han hecho reflexionar mucho sobre esta cuestión y la conclusión final no puede ser otra que, para ciertos trabajos periodísticos, los menos, hace falta contar con fuentes cerradas y que deben quedar resguardadas bajo el secreto profesional que, por cierto, en España está garantizado -dentro de los derechos fundamentales- por la vía del artículo 20 de la Constitución de 1978.
En nuestro país ya han existido experiencias de cómo un medio de comunicación ha dejado al descubierto la identidad de una persona, o datos suficientes sobre la misma, respecto de colaboradores de las fuerzas de seguridad en la lucha antiterrorista o contra el narcotráfico; ni que decir tiene que tales personas no han tardado en ser torturadas y asesinadas. Eso ha ocurrido en España, incluso, en investigaciones policiales. Por ejemplo en los juzgados de San Javier (Murcia) se siguió una investigación contra el narcotráfico en la zona. Las pesquisas se iniciaron gracias a un testigo protegido que tiempo después apareció muerto.
El derecho a la libertad de expresión, al libre ejercicio de la información, no justifica que queden al descubierto elementos humanos que han colaborado en las misiones policiales o de un ejército.
El trabajo del Ejército Español o el Estadounidense o el Inglés en zonas de conflictos armados de gran intensidad, ya sea en Afganistán o Irak, en el Sáhel o en Mogadiscio, se basa en buena medida en labores de información, con las que se elabora inteligencia capaz de inducir acciones militares sobre el terreno contra elementos enemigos.
Es cierto que diferentes convenciones internacionales ‘ordenan’ cómo ha de desenvolverse un ejército en tiempos de guerra, pero la guerra contra el yihadismo global es incontrolable; no está sometida a reglas convencionales, sino que tiene su base en la asimetría, donde las convenciones internacionales sólo sirven cuando un bando pretende utilizarlas en su favor o cuando personal con un grado de conciencia elevada, o por venganzas ruines, decide que el incumplimiento de las mismas se convierten en crímenes de lesa humanidad.
No cosecharé buenas críticas por este artículo, ya lo sé, pero tampoco quiero ser uno más de los que se dediquen a hablar de estas cosas con un discurso políticamente correcto.
Weeeleaks dispone, al parecer, de más de un millón y, medio de documentos sensibles. En la última hornada ha puesto a la luz unos 400.000 y no creo que hayan tenido en cuenta que poner al descubierto esa ingente información hace que los enemigos, los yihadistas, van a causar más asesinatos, a conocer estrategias, dinámicas de trabajo y van a eliminar a cualquiera que haya colaborado con las fuerzas multinacionales.
El lector podrá decir que eso es defender las teorías norteamericanas, y les respondo que no. Como periodistas NO TENEMOS LICENCIA PARA MATAR y me temo que Wikileaks, consciente o inconscientemente, va a poner en peligro, en zonas de conflicto, a cientos de personas, que han mostrado una lealtad a las fuerzas occidentales que ahora pagaran con su muerte…¿el periodista de Wikileaks está dispuesto a asumir eso sobre su conciencia?, yo no dudaría en investigar si alguien ha pagado por esas informaciones…¿podríamos llevarnos alguna sorpresa?.
David Ignatius, un periodista del Washington Post, curtido en el seguimiento de diferentes conflicto escribió un libro ‘Body of Lies” donde se recoge una idea que es fácil compartir y entender respecto de los conflictos armados yihadistas en los que estamos comprometidos:
“Deberíamos estar ahí o no?; da igual la respuesta, porque estemos en realidad o no, todos estamos ahí. Estamos cansados y no vemos el final, ni siquiera podemos consolarnos con la idea de que el enemigo está tan cansado como nosotros, porque no lo está. Es una falacia que una guerra prolongada debilita al enemigo ocupado. Lo más probable es que el enemigo se fortalezca, se acostumbra a la privación, y responde en consecuencia.
Mientras, en occidente, cada muerte, hace que rápidamente se pase de estar en contra de la misma, de apoyar cualquier misión contra los ‘enemigos’ para pasar a ser hostil al mantenimiento del conflicto armado. La gente está harta de guardar minutos de silencio…quiere oir que todo ha acabado.
A pesar de que los aliados, incluso los países musulmanes implicados en la guerra contra el terrorismo, han incrementado su intensidad operativa, no se ven progresos. Nos enfrentamos a una conflagración global en potencia y para sofocarla hace falta una diligencia constante.
Nuestro enemigo se ha percatado de que se enfrenta a un enemigo del futuro, eso es tan brillante como irritante, si uno vive en el pasado y se comporta como en el pasado, a la gente del futuro le resulta difícil encontrarlo. Se tira el móvil, no se mandan e-mails. Se dan las instrucciones cara a cara, mano a mano, se le da la espalda a la tecnología y se desaparece ente la gente, entre la multitud, sin banderas ni uniformes. Occidente, el enemigo del futuro, ¿contra quiénes estamos luchando? En una situación como ésta nuestros amigos visten uniformes como los de nuestros enemigos y los enemigos visten uniformes como los de nuestros amigos.
Esa gente no quiere negociar, en absoluto, quiere que el Califato Global se instaure en la faz de la tierra, quiere a los infieles muertos o convertidos.
Así que, lo que ha cambiado es que nuestro enemigo, supuestamente era sofisticado, ha descubierto la verdad objetiva y nada sofisticada, somos un blanco fácil, un blanco muy fácil y poner fin a nuestro mundo, es mucho más simple de lo que parece. Si le quitamos el pie de la garganta un minuto a este enemigo, nuestro mundo cambia por completo”.
Pues bien, en esa asimetría de los conflictos en los que estamos implicados o lo están nuestros ejércitos hay gente que se juega el físico en esa forma de actuar antigua de nuestros enemigos, en ese mano a mano, cara a cara y si un informe periodístico, revestido de toda la dignidad que se quiera respecto al ejercicio de la información, pone en peligro de muerte a soldados, colaboradores, informadores…la información periodística se convierte en información que sirve a los enemigos.
No quiero convocar a una persecución de wikileaks, ni mucho menos, pero creo que su modo de actuar, aparentemente digno, puede encerrar un servicio a los enemigos, a los terroristas, desde luego no un servicio pretendido, pero si eso es así, nuestros enemigos habrán descubierto una debilidad más de nuestro pacífico y timorato occidente, y es que utilizando nuestro sistema de libertades ellos se hacen más fuertes.
Como periodista, desde la primera entrega de documentos he reflexionado mucho sobre esta cuestión y los periodistas que se han hecho con ese material creo que no están haciendo un buen uso del mismo.
Toca investigar las consecuencias de sacar a la luz el material y denunciar lo que ocurra.
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